18 abril 2011


LA LEYENDA

Tras los acantilados de Gerona
una bonita leyenda se escucha,
la predican el va y ven de las olas
y los escondrijos de las rocas la susurran.
En otro siglo en que el paraje era similar
al atardecer se bañaba una joven princesa,
su belleza era tan espectacular
que el mar se quedó prendado de ella.
El sol le dedicaba sus cálidos rayos de la tarde
bronceando con brillo su morena piel,
el mar le brindaba su suave oleaje
para acariciar su cuerpo de gran mujer.
La muchacha disfrutaba de aquel solitario lugar
al tiempo que se alzaba la marea,
pero un día la compañía quiso cambiar
por el de un apuesto joven de clase media.
Ante el rechazo de la realeza por aquella relación
su amor se escondía tras esos acantilados,
sus siluetas se marcaban en la arena tras su pasión
y los celos del mar sacudían con furia el océano.
Hasta que ya no pudo controlar su rabia
y aprovechando en el instante que se bañaban los dos,
arrastró hacia dentro al chico mientras que ella gritaba
y cuando su resistencia se agotó una ola le sumergió.
Desde entonces las piedras están más oscuras
y la marea al atardecer se calma,
porque la conciencia del mar se perturba
por ahogar sin querer también a su querida dama.
El dolor del mar se transmite por la brisa,
los rocosos muros exponen su soledad,
la luna refleja a su amada paseando por la orilla
protegiendo así alma y mar en la eterna intimdad.

Yolanda Iscar

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